Algunos tenemos amigos evangélicos y/o no creyentes. Quizás en algunas ocasiones hemos discutido con ellos sobre las enseñanzas de la Biblia y la Iglesia.

En lo que se refiere al sacramento de la reconciliación, ellos normalmente no están a favor de ir a un confesionario y decirle nuestros pecados a un sacerdote. Las dos excusas más frecuentes para sostener esta forma de pensar son:

  • No necesito confesarme, tengo una relación personal con Dios, le comento mis cosas directamente a Él.
  • No es necesario la confesión porque Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres, nadie más.

¿Cómo debemos responder a esto?

Con una respuesta simple: Estamos haciendo lo que Jesús mismo nos pidió hacer. En más de una ocasión, Cristo le da la potestad a sus apóstoles para que perdonen los pecados de los demás

Por ejemplo:

Mateo 16, 18-19: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”.

Mateo 18, 18: “Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Juan 20, 21-22: “Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’”.

Cristo, mientras se encontraba en la tierra, perdonaba los pecados. Pero sabía que debía pasar por la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión. Él tenía que dejar su Iglesia acá en la tierra para que todos los que vinimos después podamos conocerlo y salvarnos.

Una de las cosas que dejó a su Iglesia es el perdón para perdonar los pecados, y no se los dio a todos sus discípulos, solo a sus apóstoles. Ellos, luego, concedieron esta facultad a sus sucesores hasta llegar a nuestros obispos y sacerdotes actuales.

Así que, nosotros solo estamos haciendo lo que Jesús nos pidió. Pedir su perdón, por medio de sus apóstoles.   

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