En 1675, Santa Margarita María de Alacoque, una religiosa francesa, recibió un mensaje de Jesús, quien se presentó ante ella como el Sagrado Corazón.

Nuestro Señor le dijo:

“Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento”.

Desde entonces, es tradición que los devotos al Sagrado Corazón de Jesús cumplan estas peticiones. Cada primer viernes de mes tenemos la oportunidad de acogernos a las promesas de Jesús.

¿Estás consagrado al Sagrado Corazón?

Puedes hacerlo con la fórmula escrita por la misma Santa Margarita:

Me entrego, y al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo
consagro sin reservas, mi persona, mi vida, mis obras,
mis dolores y sufrimientos.

Me comprometo a no usar parte alguna de mi ser
sino es para honrar, amar y glorificar al Sagrado Corazón.

Este es mi propósito inmutable:
ser enteramente suyo y hacer todas las cosas por su amor.
Al mismo tiempo renuncio de todo corazón
a todo aquello que le desagrade.

Sagrado Corazón de Jesús,
quiero tenerte como único objeto de mi amor.

Sé pues, mi protector en esta vida y garantía de la vida eterna.
Sé fortaleza en mi debilidad e inconstancia.
Sé propiciación y desagravio por todos los pecados de mi vida.
Corazón lleno de bondad, sé para mí el refugio en la hora de mi muerte
y mi intercesor ante Dios Padre.

Desvía de mí el castigo de Su justa ira.
Corazón de amor, en Ti pongo toda mi confianza.
De mi maldad todo lo temo.
Pero de tu Amor todo lo espero.
Erradica de mí, Señor, todo lo que te disguste o me pueda apartar de Ti.

Que tu amor se imprima tan profundamente en mi corazón
que jamás te olvide yo y que jamás me separe de Ti.

Señor y Salvador mío, te ruego, por el amor que me tienes,
que mi nombre esté profundamente grabado en tu sagrado Corazón;
que mi felicidad y mi gloria sean vivir y morir en tu servicio.
Amén

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