La Eucaristía es el sacramento por el cual la sustancia del pan se convierte en el Cuerpo de Jesucristo y la sustancia del vino en su preciosa Sangre. De esta forma, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús se convierten en nuestro alimento espiritual.

¿Cuáles son los efectos de la Eucarístía sobre nuestras almas?

1. Nutre nuestra alma

Existe la anorexia física, pero también la anorexia espiritual, padecida por aquellos católicos que no se alimentan de la Sagrada Eucaristía, al menos todos los domingos.

2. Consuela y conforta

Durante el día, cuando estamos cansados, frustrados e incluso desconsolados, la Santísima Eucaristía nos ayuda. Lee Mateo 11: 28-30: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.

3. Refuerza nuestra virtud y debilita nuestros pecados y vicios

Cada vez que recibimos la Comunión, recibimos a “la totalidad de Cristo”: su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Ocurre una especie de trasplante de mente y corazón. San Pablo dice: “Ahora tenemos los pensamientos de Cristo”. Después de recibir la Sagrada Comunión, en efecto tienes la mente de Cristo.

4. Te prepara para el martirio

En un estudio sobre los mártires de México – y esto ocurre con casi todos los mártires – se profundizó en su gran amor por la Santa Misa y la recepción de la Sagrada Eucaristía.

5. Energía

La Sagrada Eucaristía proporciona al alma y al cuerpo la energía necesaria para llevar a cabo aquellas tareas que parecen sobrehumanas. ¡La Eucaristía es nuestro combustible!

6. Sanación

Un efecto secundario de la Sagrada Eucaristía es la curación de nuestras enfermedades cotidianas. El Concilio de Trento dijo en este sentido: la Sagrada Comunión es el antídoto contra nuestras enfermedades cotidianas.

Santa Faustina sufrió terribles problemas pulmonares, recibió la Sagrada Comunión y sintió una corriente eléctrica espiritual fluyendo a través de su cuerpo ¡allí experimentó una verdadera sanación!

7. ¡Salvación!

Jesús promete: “Yo soy el pan de vida; el que come mi cuerpo y bebe de mi Sangre, tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6). Esto significa que aquellos que reciben la Eucaristía con fe viva, con frecuencia (con suerte todos los días si es posible) con fervor y amor se salvarán.

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