Este 2025 Dios nos ha regalado un nuevo Pontífice. Desde su elección, el Papa León XIV nos ha invitado no solo a hacer propósitos, sino a dejar que Cristo renueve nuestros corazones mediante el amor, la unidad y los actos concretos de misericordia.
A partir de sus homilías y mensajes, hemos elaborado esta guía mes a mes, con metas espirituales inspiradas en sus enseñanzas para que podamos vivir el próximo año muy cerca a Jesús:
Enero: Buscar una “revolución del amor”
El Papa León XIV insiste en que el corazón del Evangelio es el amor de Dios que nos hace hermanos y hermanas, y que esta es “la hora del amor”. Él llama a una verdadera “revolución del amor” que cambie la manera en que vemos y tratamos a los demás:
“¡Esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio”.
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Cada día de enero, preguntémonos: “¿Dónde nos invita Dios a amar más?” y hagamos un acto deliberado de caridad que construya comunión en la familia, grupo de amigos o lugar de trabajo.
Febrero: En Cuaresma dejar que la misericordia sane nuestras caídas
Reflexionando sobre la debilidad de Pedro, León XIV nos enseña que la fe no nos libra del pecado, pero siempre nos ofrece el camino de la misericordia porque Jesús nunca se escandaliza de nuestra fragilidad. El amor de Dios llega incluso “al punto más oscuro”, donde podemos volver a nacer:
“(…) Precisamente allí, en el punto más oscuro, la luz no se apaga. Al contrario, comienza a brillar. Porque si reconocemos nuestro límite, si nos dejamos tocar por el dolor de Cristo, entonces finalmente podemos nacer de nuevo. La fe no nos libra de la posibilidad del pecado, pero siempre nos ofrece una salida: la de la misericordia”.
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Hagamos un buen examen de conciencia cada semana y confesémonos al menos una vez en este mes, confiando cada falla a la misericordia que nunca nos abandona.
Marzo: Aceptar con agradecimiento el amor de Cristo
El Papa León XIV nos recuerda que no debemos tener miedo: Cristo nos ha amado, y si el amor de Dios permanece en nosotros, estaremos bien, porque la luz de Cristo nos ilumina:
“'No se turben ni tengan miedo' (v. 27). Porque si permanecemos en su amor, él mora en nosotros y nuestra vida se convierte en templo de Dios. Su amor nos ilumina, influye en nuestra manera de pensar y actuar, se extiende a los demás y abarca cada situación de nuestra vida”.
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En Semana Santa contemplemos los misterios de la pasión y muerte de Nuestro Señor y pidámosle que nos permita renovarlos en nuestra vida. Asistamos a las celebraciones con fe y amor.
Abril: Redescubrir a Cristo en la Eucaristía
“Cristo en la Eucaristía es la respuesta de Dios a nuestra hambre más profunda. Nuestra naturaleza hambrienta lleva la marca de una necesidad que se satisface por la gracia de la Eucaristía".
Al recibirlo, “somos hechos partícipes de Dios”, nos recuerda el Papa León. Toda la fecundidad de la Iglesia depende de la cruz y del don de sí mismo de Cristo presente en la Eucaristía.
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En este mes de la Eucaristía, asistamos a misa al menos una vez más por semana y dediquemos 15 minutos en acción de gracias o adoración ante Jesús Eucaristía.
Mayo: Vivir como una sola familia en Cristo
Al elegir el lema agustiniano: “In Illo uno unum”, León XIV subraya que en Cristo “somos uno, una familia de Dios”, más allá de toda diferencia de lengua y cultura. En su Misa inaugural , expresó su deseo de que la Iglesia sea signo de unidad y levadura para un mundo reconciliado.
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Recemos cada día por la unidad de los cristianos y demos un paso concreto para sanar divisiones: acerquémonos a alguien con quien no estemos de acuerdo, escuchemos sin prejuicios y busquemos puntos comunes en Cristo.
Junio: Asemejarnos al Corazón de Jesús
En el mes de junio, tradicionalmente dedicado a la devoción al Corazón de Jesús, el Pontífice nos invita a rezar “para que cada uno de nosotros encuentre consolación en la relación personal con Jesús, y aprenda de su corazón la compasión por el mundo”.
En este mes, podemos acercarnos al Corazón de Jesús para pedirle que nos ayude a conocerle mejor, a estar con Él, a aprender de su amor; que nos transforme de modo que sea nuestra meta en cada circunstancia de la vida cotidiana.
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Recemos una novena al Corazón de Jesús, ofreciéndole por alguna persona que necesite el consuelo y el amor de Dios.
Julio: Dejar que el Espíritu Santo nos despierte
El Papa nos ha explicado que el Espíritu Santo viene a desafiarnos cada vez que nuestra vida “se marchita” en el individualismo y el sueño espiritual. Nos dice que el Espíritu nos conduce más allá de nuestras máscaras, a un encuentro con el Señor y a una nueva manera de experimentar la vida.
“El Espíritu abre fronteras, ante todo, en nuestros corazones. Él es el Don que abre nuestras vidas al amor. Su presencia rompe la dureza de nuestro corazón, nuestra estrechez de miras, nuestro egoísmo, los miedos que nos encadenan y el narcisismo que nos hace pensar solo en nosotros mismos. El Espíritu Santo viene a desafiarnos, a hacernos afrontar la posibilidad de que nuestras vidas se marchiten, atrapadas en la vorágine del individualismo”.
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Reservemos cada día un periodo de silencio con la Escritura, pidiendo al Espíritu Santo que nos muestre dónde estamos “dormidos” espiritualmente y cómo responder con generosidad renovada.
Agosto: Entregarnos por los demás
Cada acto de amor prepara nuestro corazón para que Dios pueda habitar:
“Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón anticipado, cada esfuerzo acogido con paciencia, es una forma de preparar un lugar donde Dios pueda habitar. Podemos preguntarnos, entonces: ¿Qué espacios de mi vida necesito ordenar para que estén listos para recibir al Señor? ¿Qué significa para mí hoy 'prepararme'? Quizás renunciar a una exigencia, dejar de esperar a que otros cambien, dar el primer paso. Quizás escuchar más, actuar menos o aprender a confiar en lo que ya está preparado”. Nos recuerda el Papa.
El culto por sí solo no nos hace automáticamente compasivos; el amor a Dios debe convertirse en entrega concreta al prójimo.
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Elijamos cada semana un acto de servicio escondido —ayudar a alguien necesitado, perdonar una ofensa, hacer una tarea no reconocida— como ofrenda deliberada de nosotros mismos a Dios.
Septiembre: Acoger la Palabra
León XIV subraya que la vida cristiana debe comenzar por la meditación de la Palabra de Dios y la escucha atenta de lo que el Espíritu sugiere en el corazón. El Papa nos anima a reservar tiempos de silencio y oración para “lograr la unidad interior” ante el Señor.
“Si bien es importante que vivamos nuestra fe en acciones concretas y en la fidelidad a nuestros deberes, según el estado y la vocación de cada uno, también es esencial que lo hagamos a partir de la meditación de la palabra de Dios y prestando atención a lo que el Espíritu sugiere a nuestro corazón, reservando, para ello, momentos de silencio, momentos de oración, tiempos en los que, acallando el ruido y las distracciones, nos ponemos ante Él y logramos la unidad dentro de nosotros mismos”.
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Busquemos al menos un momento prolongado de lectio divina o lectura tranquila de un clásico espiritual este mes.
Octubre: Ser misioneros donde nos encontremos
“La evangelización, queridos hermanos y hermanas, no es nuestro intento de conquistar el mundo, sino la gracia infinita que irradia de las vidas transformadas por el Reino de Dios. Es el camino de las Bienaventuranzas, un camino que recorremos juntos, entre el "ya" y el "todavía no", hambrientos y sedientos de justicia, pobres de espíritu, misericordiosos, mansos, puros de corazón, hombres y mujeres de paz”. (Papa León XIV).
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Compartamos intencionalmente nuestra fe este mes, mediante un testimonio, una invitación a Misa o algún acto que apunte claramente a Cristo y no a nosotros mismos.
Noviembre: Recordar a los ancianos y a los pobres
El Papa nos recuerda que la historia no se agota en el presente y que acoger a los ancianos nos ayuda a entender la vida como un camino entre generaciones. En su mensaje para los pobres, afirma que la verdadera esperanza se enraíza en el amor de Dios, no en la seguridad material.
“Este es el secreto de la caridad cristiana: antes que ser para los demás, se trata de estar con los demás, en un compartir basado en la fraternidad”.
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Visitemos o llamemos a un familiar o amigo anciano y ofrezcamos una obra de misericordia por alguien pobre, solo u olvidado, uniendo este gesto a nuestra oración por los difuntos.
Diciembre: Esperar a Cristo con esperanza viva
En un mundo oscurecido por la guerra y la injusticia, León XIV nos recuerda que la esperanza se sostiene en la certeza firme del amor de Dios derramado en nuestros corazones, una esperanza que no defrauda. Nos exhorta a pasar de esperanzas pasajeras a una esperanza duradera, reconociendo a Dios como “nuestra primera y única esperanza”.
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Elijamos una tarde cada semana de Adviento para la adoración, para la oración silenciosa, confiando a Cristo nuestros miedos y proyectos, y pidiéndole que haga nuestro corazón verdaderamente inquieto por Dios.
