La mayoría conoce de las apariciones de la Virgen María a tres niños en Fátima, Portugal en 1917. ¿Pero sabías que un ángel visitó a los niños antes que la Virgen?

En 1916, un año antes de la famosa aparición mariana, los niños Lucía, Jacinta y Francisco llevaban sus rebaños a pastar cuando repentinamente un ángel apareció ante ellos.

“Subimos con el ganado al cerro arriba en busca de abrigo”, escribió Lucía en sus memorias, “y después de haber tomado nuestro bocadillo y dicho nuestras oraciones, vimos a cierta distancia, sobre la cúspide de los árboles, dirigiéndose hacia el saliente, una luz más blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un joven transparente y más brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol”.

Entonces el ángel les dijo: “No temáis. Soy el Ángel de la Paz. ¡Orad conmigo!”.

Y los niños se arrodillaron y repitieron esta oración que el Ángel les enseñó:

“Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”.

Cuando terminaron, el ángel desapareció pero antes les dijo “Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.

En otra ocasión, el mismo ángel apareció ante ellos por segunda vez. Otra vez les pidió que rezaran: “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!”.

Cuando los niños le preguntaron qué clase de sacrificios deberían hacer, el ángel les explicó:

“De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados con los que Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”.

Por tercera vez el Ángel se presentó ante los pequeños, pero esta vez con un cáliz sobre el cual estaba suspendida una Hostia. Dejando el cáliz y la hostia flotando en el aire, el Ángel se arrodilló y les enseñó una nueva oración:

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los pobres pecadores”.

El ángel entonces le ofreció a los niños la hostia y el cáliz diciendo “Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”.

Entonces desapareció y nunca más lo volvieron a ver.

Los niños no lo sabían, pero aquellas apariciones del Ángel fueron el preludio de las famosas apariciones marianas en Fátima al año siguiente.

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