Sabemos que G. K. Chesterton fue un gran converso a la fe católica y que sus obras son de una calidad literaria admirable. Su gran sentido del humor logra que el lector, además de sentirse intelectualmente enriquecido, se divierta mucho con sus ocurrencias.

Esta característica también está presente en las cartas privadas que él mandaba. Por ejemplo, luego de haberle propuesto matrimonio a su amada Frances, decidió escribirle a Mildred (esposa de su amigo Waldo) contándole la gran noticia de su compromiso.

Este fue el resultado.

Querida Mildred:
Al levantarme esta mañana, lavé cuidadosamente mis botas con agua caliente y embetuné mi cara. Luego, poniéndome el chaqué con grácil facilidad y los faldones delante, bajé a desayunarme y alegremente vertí el café sobre las sardinas y puse el sombrero a cocer en el fuego. Estas actividades le darán una idea de mi estado de ánimo. Mi familia, viéndome salir de la casa por la chimenea y llevarme la rejilla del guardafuegos bajo el brazo, pensaron que alguna cosa preocupaba mi espíritu. Y era cierto.
Amiga mía, estoy comprometido. Sólo lo digo ahora a mis verdaderos amigos, pero no cabe duda de ello. La pregunta que surge en seguida es ¿con quién estoy comprometido? He estudiado el problema con gran atención y, por lo que puedo ver, las mejores autoridades indican a Frances Blogg. No creo que exista ninguna duda razonable de que ella es la dama. Es mejor tener ideas claras sobre estas cuestiones secundarias.
Soy demasiado feliz para escribir mucho, pero creí que quizá, recordase usted mi existencia lo bastante para interesarse en el incidente.
Waldo me ha ayudado tanto en esto y en todo, y estoy tan interesado en usted por amor de los dos, que me siento alentado a esperar que subsista nuestra amistad. Si alguna vez he cometido alguna descortesía o necedad, fue por inadvertencia. Siempre deseé complacerla.

[Ver: Las hermosas cartas de una santa enamorada días antes de su boda]

[Ver: ¿Amar al Señor hasta la locura es posible en el mundo de hoy?]

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