Tercer día de la Novena de Navidad
El 18 de diciembre ingresamos al tercer día de la Novena de Navidad, también conocida como Novena de Aguinaldos. Durante los próximos siete días, a través de la oración nos preparamos para recibir el nacimiento del Niño Jesús.
Puedes rezar esta novena solo, en familia o con amigos, concentrándote primero en la meditación especial del día y luego rezando una oración que te acercará más a este misterio de amor.
Aquí tienes el tercer día de la Novena de Navidad.
Tercer día de la Novena de Navidad
Meditación del tercer día de la Novena de Navidad
Dios ordenó de tal manera que, en el momento en que Su Hijo iba a nacer en esta tierra, el emperador romano debería emitir un decreto ordenando que todos fueran al lugar de su origen y allí se registraran en el censo. Así sucedió que, en obediencia a este decreto, José fue a Belén junto con su esposa virgen cuando ella pronto iba a tener su hijo.
Al no encontrar alojamiento ni en la posada pobre ni en las otras casas del pueblo, se vieron obligados a pasar la noche en una cueva que servía de establo para los animales, y fue aquí donde María dio a luz al Rey del cielo. Si Jesús hubiera nacido en Nazaret, también, es cierto, habría nacido en la pobreza; pero allí al menos habría tenido una habitación seca, un pequeño fuego, ropa abrigada y una cuna más cómoda. Sin embargo, eligió nacer en esta cueva fría y húmeda, y tener un pesebre como cuna, y un colchón de paja espinosa, para que Él pudiera sufrir por nosotros.
Entremos en espíritu en esta cueva de Belén, pero entremos en un espíritu de fe viva. Si vamos allí sin fe, no veremos nada más que un pobre niño, y la vista de este hermoso niño temblando y llorando en su áspera cama de paja puede ciertamente conmovernos. Pero si entramos con fe y consideramos que este bebé es el mismo Hijo, Dios, que por amor a nosotros ha bajado a la tierra y sufre tanto para pagar el castigo por nuestros pecados, ¿cómo podemos ayudar a agradecerle y amarle a cambio? ?
Oración del tercer día de la Novena de Navidad
Oh Querido Niño Jesús, ¿cómo podría ser tan ingrato y ofenderte tan a menudo, si me di cuenta de cuánto has sufrido por mí? Pero estas lágrimas que derramas, esta pobreza que abrazas por amor a mí, me hacen esperar el perdón de todas las ofensas que he cometido contra ti.
Jesús mío, lamento haberte dado la espalda tantas veces. Pero ahora te amo por encima de todo. ‘¡Dios mío y mi todo!’
De ahora en adelante Tú, Dios mío, serás mi único tesoro y mi único bien. Con San Ignacio de Loyola te diré: ‘Dame la gracia de amarte; Eso es suficiente para mí.’ No anhelo nada más; No quiero nada más. Tú solo me bastas, Jesús mío, mi vida, mi amor.
Oh María, Madre mía, alcánzame la gracia de que pueda amar siempre a Jesús y ser siempre amado por Él. Amén.
¡Ya puedes rezar el tercer día de la Novena de Navidad!