“Soñaba con ser catequista”: A los 8 años encontró su vocación, un camino que lo llevó hasta el seminario
“Ardía mi corazón y soñaba con ser catequista”. Con apenas 8 años, Gonçalves Cacoma Cahinga ya intuía cuál era su vocación. La vida lo llevó por distintos caminos, con desafíos y pruebas, pero hoy vive con profunda emoción su formación en el seminario.
Una chispa que encendió su vocación
Originario de una familia humilde y campesina del este de Angola, Gonçalves creció en un entorno de sencillez, trabajo y fe. Es el séptimo de ocho hermanos y el único que aún estudia. Aunque no todos los miembros de su familia son católicos, vivió desde pequeño un ambiente cristiano.
“A pesar de las limitaciones económicas, crecimos en un ambiente lleno de valores humanos y religiosos que han marcado profundamente nuestra vida”, señaló a la Fundación CARF.
La semilla de su vocación germinó en los primeros años de infancia. Cada domingo iba a misa con su madre y quedaba fascinado al ver al catequista explicar la Palabra de Dios.
“Sentía un ardor en el corazón y soñaba con ser catequista algún día”, recuerda.
Ese deseo creció en 2012, cuando conoció a los sacerdotes de la Congregación de los Sacramentinos de Nuestra Señora, procedentes de Brasil, que habían llegado a su comunidad. Gonçalves fue testigo de un testimonio de evangelización y servicio a los más necesitados, que lo marcó.
“De querer ser catequista, pasé a sentir una llamada al sacerdocio”.
Pruebas que fortalecen la vocación
Como muchas vocaciones, la suya también luchó contra dificultades. En 2014, tuvo que trasladarse a otro municipio para continuar sus estudios y, en medio de esa etapa, se alejó de la Iglesia. Al terminar el segundo ciclo en 2016, la falta de recursos económicos le impidió seguir estudiando y tuvo que regresar a su pueblo.
“Durante ese año, tenía otros planes: formar una familia y buscar trabajo. Sin embargo, el Señor tenía otros caminos para mí”.
A través del acompañamiento de los sacerdotes de su comunidad y el apoyo de su familia, volvió a abrirse a la posibilidad del sacerdocio. En 2018 ingresó al seminario propedéutico San Juan María Vianney.
Tres años después, cuando los sacerdotes que financiaban sus estudios regresaron a su país, Gonçalves estuvo a punto de abandonar el seminario. Fue una generosa mujer quien, conmovida por su historia, decidió costear sus estudios, permitiéndole ingresar al seminario mayor de Filosofía San José.
Un llamado que cruza fronteras
Actualmente, Gonçalves estudia Teología en el seminario internacional Bidasoa. Allí ha encontrado un espacio para crecer en su vocación, madurar su formación y formar comunidad con seminaristas de todo el mundo.
Es una de las primeras vocaciones angoleñas en formarse allí, y lo hace con el apoyo de la Fundación CARF, que promueve la formación sacerdotal de jóvenes provenientes de países con menos recursos.
“En mi diócesis, aunque hay bastantes católicos, hay pocos sacerdotes y pocas parroquias. Por eso agradezco profundamente a todos los benefactores de la Fundación CARF la oportunidad que me brindan. Para mí, estar en Bidasoa supone una gran riqueza, porque me permite descubrir la grandeza de la Iglesia universal”.
Evangelizar desde la esperanza
Angola es rico en recursos naturales, pero golpeado por la pobreza y la falta de infraestructuras. Gonçalves es plenamente consciente de los desafíos que enfrenta su país, pero ve en su vocación una forma de contribuir al bienestar de sus compatriotas.
“A pesar de la pobreza, la escasez de escuelas, la falta de infraestructuras viales y las deficiencias en el sistema de salud, quien visite mi país descubrirá, ante todo, la alegría de su gente. La hospitalidad, la humildad, el deseo de aprender y la unidad entre diversas culturas son signos vivos del espíritu angoleño y caminos privilegiados para la evangelización”.
Con una mirada agradecida, concluye reconociendo que su vocación ha sido un regalo de Dios y una respuesta construida paso a paso: “Siempre he definido mi vocación como una verdadera Providencia divina”.