Reclutados por Dios: cómo los juegos de estrategia deportiva y los santos tienen más en común de lo que imaginas
Al celebrar nuevamente la Solemnidad de Todos los Santos, los católicos tenemos una excelente oportunidad para recordar a nuestros modelos favoritos dentro de la Iglesia: esos santos que nos inspiran, interceden por nosotros y nos animan desde el cielo.
Es tiempo de celebrar la santidad, esa comunión que une a todos los miembros del Cuerpo de Cristo: la Ecclesia Militans (la Iglesia militante en la tierra), la Ecclesia Patiens (la Iglesia purgante en el purgatorio) y la Ecclesia Triumphans (la Iglesia triunfante en el cielo).
Curiosamente, esta fecha también coincide con el punto más alto de la temporada de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL), cuando millones de aficionados no solo viven el deporte en las canchas, sino en sus computadoras a través de Fantasy Football. Y, aunque parezca increíble, existen similitudes sorprendentes entre este juego de estrategia deportiva y la comunión de los santos.
El Fantasy Football es un juego en línea basado en la liga profesional de fútbol americano de Estados Unidos (NFL), en el que los participantes actúan como “entrenadores” o “gerentes” de sus propios equipos virtuales.
Armando el equipo
En el Fantasy Football, como en otros juegos de este mismo estilo, uno reúne jugadores de distintos equipos de la liga para formar una sola escuadra. Tal vez tengas un mariscal de campo de Kansas City, un corredor de Miami y un receptor de Filadelfia, todos trabajando juntos, al menos en tu imaginación, por la victoria.
En la comunión de los santos, Dios ha reunido creyentes de todos los lugares y tiempos en un solo Cuerpo: la Iglesia.
“Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo”. (1 Corintios 12,12).
A lo largo de los siglos y los continentes, los santos forman un equipo vivo, unido en Cristo, que lucha por un mismo fin: la gloria de Dios y la salvación de las almas.
En ambos casos, compañeros invisibles trabajan por una meta compartida. Nunca conocerás personalmente a los jugadores del equipo que armaste en el juego, pero sus acciones afectan tu puntaje cada semana.
Del mismo modo, quizá nunca “veas” a tus compañeros celestiales, pero sus oraciones tienen un efecto real en tu alma.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica bellamente este misterioso vínculo:
“Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad [...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre” (CCC 956).
Especialidades de los jugadores
Así como los jugadores en cualquier deporte confían en las fortalezas de sus compañeros, cada santo aporta su propia “especialidad espiritual” al campo.
Santa Teresita del Niño Jesús nos enseña la sencillez y la confianza en la misericordia de Dios.
San José encarna una paternidad fuerte y humilde.
Santa Cecilia inspira a los músicos a elevar su arte hacia el cielo.
Cada uno tiene un papel dentro del gran plan del Reino de Dios, y cada alma contribuye a la victoria a su manera.
En el Fantasy Football, los buenos gerentes consultan a expertos, leen informes y escuchan podcasts antes de definir su alineación. De la misma forma, los cristianos buscamos el consejo de quienes mejor “conocen el juego”: los santos. Invocamos su intercesión, no porque Dios necesite intermediarios, sino porque Él se complace en una familia que ora y se apoya mutuamente.
Como dijo Santo Domingo:
“No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida”.
Los santos son los profesionales espirituales que dominaron el arte de la santidad, y con gusto comparten su sabiduría con nosotros, que aún estamos aprendiendo a “correr la carrera”.
Y hablando de eso, la carta a los Hebreos ofrece una de las imágenes más potentes:
“Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone” (Hebreos 12,1).
Los santos del cielo son esa “nube de testigos”, la mejor fanaticada. No son observadores pasivos, sino animadores activos que nos impulsan a llegar hasta la meta.
Estadísticas celestiales
En el Fantasy Football, se lleva el conteo de estadísticas: yardas, anotaciones, puntos. Pero el “registro” de Dios es muy distinto.
Él anota el amor, la misericordia, el sacrificio y la fe. El Libro de la Vida no es un marcador de éxitos humanos, sino una crónica de la gracia recibida y de la caridad vivida.
Santa Teresa de Calcuta señaló:
“La Santidad no es el lujo de unas pocos personas, sino sencillamente una obligación para ti y para mí”.
Los santos son los verdaderos miembros del “Salón de la Fama” celestial: han alcanzado la corona de justicia prometida por Cristo (cf. 2 Timoteo 4,8), y nos animan a unirnos a ellos.
Finalmente, tanto el Fantasy Football como la santidad florecen en comunidad.
Un campeonato fantasy es divertido por las bromas, la camaradería y la celebración con los amigos. Del mismo modo, la comunión de los santos no es un juego individual. El cielo no es una recompensa solitaria: es una comunión, una fiesta familiar donde cada santo se alegra por la victoria de cada alma.
“En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera” (CCC 1029).
¡Levanta el trofeo!
Al final, el Fantasy Football ofrece una emoción pasajera, un campeonato que se desvanece cuando termina la temporada.
La comunión de los santos, en cambio, ofrece algo infinitamente mayor: una comunión eterna, una victoria sin fin y una alegría que nunca se acaba.
Así que, al celebrar la Solemnidad de Todos los Santos, recordemos que formamos parte de un equipo divino: la Ecclesia Militans, la Ecclesia Patiens y la Ecclesia Triumphans, una sola Iglesia unida en Cristo.
Y mientras jugamos nuestro papel en el campo de la vida, podemos estar seguros de que los santos, nuestros compañeros celestiales, nos alientan en cada paso del camino.
“¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen”, dice San Pablo (1 Corintios 9,24).