¿Quieres conocerte a ti mismo? Sigue los 3 pasos de Santa Teresa de Jesús
En nuestros días contamos con muchos medios a nuestro alcance para conocernos. Si queremos hacerlo iluminados por nuestra fe, podemos inspirarnos en una gran Santa y doctora de la Iglesia: Teresa de Jesús. En su autobiografía, podemos ver tres pilares que equilibran el conocimiento de uno mismo y el conocimiento de Dios para entender nuestra propia vida:
- Dios mismo
- El proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, valorando nuestra dignidad y considerando los dones y talentos recibidos.
- La toma de conciencia de nuestra debilidad, pero vista desde la mirada amorosa de Dios
Considerando estas tres columnas firmes, te mostraremos los pasos para construir y fortalecer tu conocimiento personal, además, como bonus, te dejaremos algunas ayudas para el camino:
1) Conocer a Dios para conocerse uno mismo
Según Teresa, el fundamento de nuestra dignidad está en que hemos sido creados a imagen de Dios, pero además en que estamos habitados en lo interior por su presencia misma:
“Estando una vez en las horas con todas, de presto se recogió mi alma y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas, ni lados, ni alto, ni bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor, como le suelo ver. Parecíame en todas las partes de mi alma le veía claro como un espejo, y también este espejo (yo no sé decir cómo) se esculpía todo en el mismo Señor por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa”.
Conociendo a Dios podemos conocernos, pues considerando su grandeza nos daremos cuenta de nuestra realidad frágil, pero grandiosa a la vez por estar habitada por Él:
“Así el alma en el propio conocimiento; créame y vuele algunas veces a considerar la grandeza y majestad de su Dios: aquí hallará su bajeza mejor que en sí misma”.
2) Reconocer la propia pobreza
La otra dimensión fundamental de este conocimiento propio será el tomar conciencia de nuestras limitaciones; sin embargo para Santa Teresa nadie debe quedarse anclado en ellas.
Santa Teresa nos invita a tomar ventaja de nuestras fragilidades y darnos cuenta de que son oportunidades para santificarnos:
"Procuremos siempre mirar y remirar nuestra pobreza y miseria, y que no tenemos nada que no lo recibimos”.
Ella también nos dice que el mal espíritu nos incitará a que lleguemos a no valorarnos o a confiar demasiado en nosotros mismos. Es la tentación de una falsa humildad. En todas las faltas de valoración personal, generalmente el mal espíritu anda de por medio. Para contrarrestarlo, la santa nos invita a poner los ojos en Cristo, quien nos muestra la verdad sobre quiénes somos. Teresa nos dice que el adecuado conocimiento de nosotros mismos nos evita muchas tentaciones.
3) Vivir en la verdad
Al descubrir tanto la luz como la oscuridad en nosotros mismos, vivimos en la verdad de Dios, aceptando nuestra realidad tal como es. Es así que: “mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza” y “jamás nos acabamos de conocer, si no conocemos a Dios”. Por eso para Teresa la verdadera humildad es andar siempre por los caminos de la verdad de nosotros mismos.
En Teresa es fácil descubrir cómo ha integrado su vida desde la perspectiva divina. Ha hecho incluso de sus pecados una verdadera historia de salvación. De hecho, cada etapa que narra de su vida no la narra desde hechos aislados, sino que se experimenta verdaderamente integrada en Dios. A medida que crece nuestro trato con Dios, si es auténtico, llegaremos a un conocimiento de su grandeza, y a la vez, a una mayor comprensión de nuestro ser.
Las ayudas para el camino
La primera ayuda es la oración. No podemos hablar de una oración que no ilumine nuestra vida; no hay oración neutra o que deje indiferente la vida del que ora. En la oración de Teresa se dan cita todas las dimensiones de su personalidad: la alegría, el arrepentimiento, la afectividad, las tristezas, los anhelos; pero sobre todo la gratuidad.
Las amistades en Dios también son importantes para Teresa. La santa se muestra muy abierta a dejarse conocer por los otros, es una tarea que recomienda como favorable para los que van en camino de la santidad. Con mucha madurez, debemos dejar que los demás nos muestren quiénes somos, y esos aspectos valiosos que a veces desconocemos de nosotros mismos.
Las críticas también son un medio de descubrimiento para Teresa. Cuando está iniciando su vida mística, cae en la cuenta de que todas las murmuraciones que se hacían en su contra la ayudaban a conocerse a sí misma: “Sabéis vos, mi Señor, que clamaba muchas veces delante de vos, disculpando a las personas que me murmuraban porque me parecía que les sobraba razón”.
La humildad que nos hace tomar conciencia de que nuestros dones y talentos son concedidos por Dios, sin que hagamos mérito alguno. Cuando Dios otorga los dones, ellos mismos llevan impreso el carácter de la humildad.
Siguiendo a Teresa, constatamos que la verdadera experiencia de Dios no comienza cuando ya hemos superado nuestros pecados o limitaciones, sino que, todo lo contrario, crece y madura en medio de la fragilidad:
“Mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias. ¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!”.
*Todas las citas están tomadas de la Vida de Santa Teresa, escrita por ella misma.