Las oraciones más poderosas que rezaba el Padre Pío
A Francesco Forgione (Pietrelcina 1887 – San Giovanni Rotondo 1968), le fue dado el nombre de Pío cuando ingresó al convento de los Frailes Menores Capuchinos. Su vida transcurrió entre la sencillez de un franciscano y las gracias místicas que le concedió Dios a lo largo de su vida.
Su salud no siempre fue muy fuerte, pero su dedicación a las almas sí. Gastó y desgastó su vida en favor de los más humildes y fue fuente de gran consuelo para muchos.
Su fama de confesor se extendió por todo el mundo y a él acudieron miles de personas para recibir el abrazo misericordioso de nuestro Padre. Fue un gran intercesor ante Dios de las necesidades de sus hijos. Ya en vida tuvo fama de santidad y muchas personas se acogían a él para que los ayudara con sus sufrimientos.
Ahora que ya es santo, podemos seguir profundizando en el amor a Dios que nos transmite a través de su vida, de su oración y de su caridad, y seguir acudiendo a él en nuestras necesidades.
Estas son algunas de las oraciones que él rezaba para crecer en su relación con Dios e interceder por quienes acudían a él:
1. Oración del Padre Pío para después de la Comunión:
Quédate conmigo, Señor, porque es necesario que estés presente para que no te olvide. Ya sabes lo fácil que te abandono.
Quédate conmigo, Señor, porque soy débil y necesito tu fuerza para no caer tan a menudo.
Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi vida, y sin Ti, no tengo fervor.
Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi luz, y sin Ti, estoy en tinieblas.
Quédate conmigo, Señor, para que escuche tu voz y te siga.
Quédate conmigo, Señor, porque deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía.
Quédate conmigo, Señor, si deseas que te sea fiel.
Quédate conmigo, Señor, porque por pobre que sea mi alma quiero que sea un lugar de consuelo para ti, un nido de amor.
2. Oración del Padre Pío para pedir por los demás:
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: "En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá". He aquí que, confiando en tus santas palabras, yo llamo, busco, y pido la gracia… Padre Nuestro, Avemaría y Gloria. Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío en ti.
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: "En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra, pero mis palabras jamás pasarán". He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia… Padre Nuestro, Avemaría y Gloria. Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: "En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá". He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia… Padre Nuestro, Avemaría y Gloria. Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, al que le es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.
3. Oración de la noche del Padre Pío:
Oh Cristo, tu reino está cerca; haznos participar de tu triunfo sobre la tierra para así poder tener parte de tu reino celeste. Concédenos la gracia de poder comunicar tu amor y de anunciar tu realeza divina por el ejemplo de nuestras vidas y por nuestras obras.
Toma posesión de nuestros corazones aquí abajo, de modo que sean tuyos por la eternidad. No permitas que nos alejemos de tu voluntad: que ni la vida ni la muerte consigan separarnos de ti.
Que nuestro corazón tenga su fuente en ti, nuestro salvador, para que, saciados de tu amor, nos convirtamos en apóstoles incansables de tu reino. Que cada día muramos a nosotros mismos, para vivir únicamente de ti. Que así sea.
Bonus: Una oración para pedirle al Padre Pío la gracia de la humildad:
Padre Pío, tú viviste en el siglo del orgullo, y fuiste humilde.
Padre Pío, tú pasaste entre nosotros en la época de las riquezas soñadas, jugadas y adoradas, y permaneciste pobre.
Padre Pío, junto a ti nadie oía la Voz, y tú hablabas con Dios. Cerca de ti ninguno veía la Luz, y tú veías a Dios.
Padre Pío, mientras nosotros corríamos afanosos, tú te quedabas de rodillas y veías el Amor de Dios clavado a un Madero, ¡herido en las manos, en los pies y en el corazón, para siempre!
Padre Pío, ayúdanos a llorar delante de la Cruz, ayúdanos a creer delante del Amor, ayúdanos a sentir la misa como llanto de Dios, ayúdanos a buscar el perdón como abrazo de paz, ayúdanos a ser cristianos con las heridas que derraman sangre de caridad fiel y silenciosa, como las heridas de Dios.