La fe en acción: jóvenes de Estados Unidos comparten cómo una misión en Perú los transformó
Desde Michigan hasta Lima: 67 voluntarios de la Iglesia Caldea de San Tomás llegaron al Perú para servir a una comunidad vulnerable. Con generosidad y entrega, ofrecieron ayuda material y consuelo espiritual, en una experiencia misionera que tocó profundamente sus propios corazones.
La Iglesia Caldea de San Tomás compartió en sus redes sociales fotos y videos de las actividades que han realizado los voluntarios, una misión que llevó no solo apoyo material, sino también esperanza y fe a la comunidad de Pamplona.
“Construimos un muro de carga para evitar que las rocas caigan en la zona comunitaria, además de preparar el terreno para un futuro espacio donde los niños puedan jugar con seguridad.
Además, se están enviando equipos de oración a visitar familias, muchas de las cuales no han recibido los sacramentos durante años y los anhelan profundamente.
Finalmente, preparamos un lugar especial para una gruta dedicada a Nuestra Señora”, señalaron.
Deanna Dickow, una joven católica caldea que participó en este viaje misionero a Perú, conversó con ChurchPOP y compartió su experiencia ayudando a esta comunidad, un momento para servir, construir y, sobre todo, amar.
Una llamada al servicio… y al amor
Desde pequeña, Deanna veía fotos, videos y escuchaba testimonios de personas que participaban en misiones. Con el paso del tiempo y a medida que su fe se fortalecía, también crecía en ella un profundo deseo de servir.
En 2024, después de un proceso de oración y discernimiento, decidió dar el paso y embarcarse en su primer viaje misionero. Lo que comenzó como un acto de valentía y confianza en Dios, terminó siendo —en sus propias palabras— “lo mejor que pude haber hecho”.
Esta experiencia la tocó de una manera que no esperaba y decidió regresar en 2025, con más entusiasmo y con un grupo aún más comprometido.
Durante cinco días, sirvió junto a los demás voluntarios en la comunidad de Pamplona realizando tareas como mover piedras, mezclar y verter concreto, y ayudar en la construcción de muros alrededor de la cancha de fútbol. Pero para Deanna, la misión iba más allá de lo físico:
“La tarea más importante que recibimos fue amar a las personas de Pamplona como Cristo nos ama… con un amor puro, profundo y verdadero”, afirmó.
María, madre presente en la misión
En este nuevo viaje, una de las experiencias más conmovedoras para el grupo fue la construcción de una gruta mariana. Aunque al inicio no sabían que la base que levantaban sería una gruta, el momento fue una sorpresa providencial. Como católicos caldeos, con raíces en el Medio Oriente, la devoción a la Virgen María es muy fuerte en su comunidad.
"Somos católicos caldeos, nuestras raíces provienen del Medio Oriente y nuestro pueblo habla el idioma que hablaba Jesús.
Como comunidad, tenemos una gran devoción a la Virgen María. La mayor población de caldeos fuera de Irak se encuentra en Michigan. Si visitaras el lugar, verías que al menos el 90 % de nuestras familias tiene estatuas de la Virgen afuera de sus casas. Ella es profundamente honrada en nuestra cultura, así que, aunque fue una sorpresa descubrir que el lugar que estábamos construyendo sería una gruta, no cabe duda de que fue por la divina providencia del Señor”.
Un camino con Jesús
Otro momento impactante del viaje para Deanna fue una procesión Eucarística desde la casa de retiro donde se alojaban hasta los cerros de Pamplona, donde las personas de bajos recursos han construido sus casas.
El grupo subió bajo el sol abrazador, cargando la custodia con Jesús Sacramentado. Deanna compartió que, mientras caminaban en procesión, meditaba dos puntos importantes.
“Lo primero que pensé fue que, durante este tiempo de Cuaresma, al subir ese cerro, estábamos recorriendo el camino al Calvario con Jesús. El cansancio y el dolor que sentíamos eran solo una fracción de lo que Él experimentó… y yo lo hacía sin cruz, sin espinas, sin ser golpeada. Por unos momentos, sentí una pequeña parte de lo que Jesús vivió en su camino hacia la muerte.
Lo segundo en lo que podía pensar era que Jesús es para todos. No importa quién seas, de dónde vengas o lo que hayas vivido. Jesús es para todos, incluso si tiene que subir una montaña para encontrarse contigo”.
El amor que rompe barreras
A pesar de la barrera del idioma, Deanna encontró que compartir la fe con las familias locales no necesitaba de palabras.
“Poder mostrarles a los niños de Pamplona algo que para nosotros es tan ‘simple’ como hacer la señal de la cruz, y con ello revelarles el Corazón de Cristo por ellos, fue una experiencia verdaderamente indescriptible”.
La joven resaltó que definitivamente planea regresar a seguir dando su vida en la misión y encontrarse con tantas personas que conoció en Perú en estos dos años, y con los que todavía mantiene comunicación.
Un antes y un después
La misión no solo transformó a la comunidad que visitaron, sino también a cada uno de los misioneros. Deanna resaltó que este viaje les ha enseñado a dar gracias a Dios por lo que tienen.
“La gente de Pamplona quizás no tenga todos los bienes materiales que tenemos en Estados Unidos, pero la alegría que poseen supera con creces la que tenemos aquí”.
Ella anima a otros jóvenes que sienten el llamado a servir a no tener miedo y dar el paso.
“Antes de inscribirme, estaba llena de miedo. Tenía muchos ‘¿y si…?’. Tenía miedo de no poder soportar las condiciones, miedo de no estar preparada, miedo a lo desconocido. ‘El miedo es la herramienta más poderosa del demonio, porque no siempre puede convencer a un buen hombre de hacer el mal, pero sí puede paralizar su voluntad con temor, impidiéndole hacer el bien. Y eso lleva, finalmente, al mismo resultado’”.