Estas hermanas de sangre descubrieron su vocación inspiradas en los mártires cristeros y las carmelitas
Desde su infancia, la Hermana Inés y la Hermana Caridad encontraron en las historias que su mamá les narraba sobre los mártires cristeros y en el ejemplo de las Carmelitas Descalzas, una chispa que encendió su vocación.
En una entrevista con ChurchPOP, las hermanas compartieron cómo descubrieron el llamado a la vida religiosa y cómo la educación católica recibida en su familia fue fundamental en su camino de fe.
La Hermana Inés y la Hermana Caridad pertenecen a la Congregación de las Carmelitas Descalzas del Sagrado Corazón y llevan 33 y 42 años respectivamente dedicadas al servicio de la Iglesia.
Criadas en una familia de migrantes mexicanos establecidos en California, desde muy pequeñas fueron formadas en la fe católica, la cual fue un pilar esencial en sus vidas.
“Mi mamá nació en Kansas pero se crió en México y allí se conocieron en Guanajuato, vivieron ahí unos años de casados, tuvieron 4 niños, y luego se fueron a Tijuana, a cruzar a los Estados Unidos”, recuerda la Hermana Caridad, la cuarta de 12 hijos, 6 niños y 6 niñas.
“Íbamos a Misa con nuestros papás, eso era siempre algo que hacíamos, tenía prioridad la Santa Misa”, señaló la hermana Inés.
La Hermana Caridad, la última de las hijas que nació en México, fue la primera en ingresar a la vida religiosa, a los 17 años de edad.
“Cuando yo era niña, mi mamá nos decía historias de su familia, tenía dos tías que eran religiosas y un tío sacerdote, entonces nos contaba historias y me inspiraba.
Desde como a los 6 años empecé a pensar de la vida religiosa y cuando estaba en la secundaria, a los 15 años, hice un retiro con las Carmelitas Descalzas del Sagrado Corazón, en ese entonces sentí el llamado muy fuerte y estaba convencida que este era mi trabajo, terminé la escuela secundaria y en cuanto me gradué, después de unos meses entré al convento en septiembre”.
Las historias de la familia eran una fuente constante de inspiración, donde la Hermana Inés descubrió el llamado a la vida religiosa, al que respondió a los 19 años.
“Mi mamá se crió con su abuelita que había vivido durante el tiempo de la persecución de la Iglesia Católica en México, entonces ella tenía muchas historias de cómo se sacrificaban los religiosos y los sacerdotes para poder traer a Cristo a las familias, era muy inspirador todo eso, y yo pensaba: ‘ay pero yo nunca voy a tener un corazón así tan grande para poder sacrificar tanto’.
Sin embargo, ahí fue donde comenzó esa inspiración y ya después, cuando estudié en la primaria, mis maestras fueron las hermanas Carmelitas y cuando las descubrí pensé ellas son, ellas son el modelo de esa inspiración que tuve de chiquita, y pues de allí el Espíritu Santo me iluminó para poder sentir ese llamado y poder eventualmente también entrar al convento”.
Qué claro ejemplo de cómo una familia católica puede inspirar a sus hijos a encontrar su verdadera vocación.