¿Desde cuándo se cree que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo?
Quizás muchos hemos escuchado que la creencia católica en la Eucaristía es una invención humana, que los primeros cristianos no creían que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Sin embargo, las evidencias nos indican lo contrario.
Estas son algunas pruebas de que los primeros cristianos ya creían en la transubstanciación
El Discurso del Pan de la Vida (Juan 6, 35 – 59):
En este famoso discurso, Cristo le enseña a sus discípulos que, si no comen su carne ni beben su sangre no tendrán vida eterna. Muchos no comprendían a qué se refería, y algunos le pedían que no hablase en metáforas.
Sin embargo, Cristo volvió a reiterar que Él era el pan que bajó del Cielo, que si no comen su carne ni beben su sangre no tienen la vida eterna. Esto lo comprendieron los Apóstoles al momento de la última cena (Lucas 22, 14-20), cuando nuevamente indicó, al tomar el pan y el vino, que ese era su cuerpo y sangre.
Los Padres de la Iglesia:
Aquellos que escucharon la palabra de los mismos Apóstoles escribieron sobre la Eucaristía.
Por ejemplo, San Ignacio de Antioquía cuyos escritos se encuentran entre los primeros después de las epístolas del Nuevo Testamento, escribió:
“Considere cuán contrarios a la mente de Dios son los heterodoxos con respecto a la gracia de Dios que nos ha llegado. No tienen en cuenta la caridad, ni la viuda, el huérfano, el oprimido, ni el hombre en prisión, el hambriento o el sediento. “Se abstienen de la Eucaristía y de la oración, porque no admiten que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la carne que sufrió por nuestros pecados y que el Padre, en Su gracia, resucitó de entre los muertos”.
San Justino Mártir, uno de los primeros apologistas cristianos, hacia el año 148 escribió:
“… pero como Jesucristo, nuestro Salvador, encarnado por la Palabra de Dios, tomó carne y sangre para nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que los alimentos consagrados por la Palabra de oración que proviene de él, de los cuales nuestra carne y sangre son alimentados por transformación, es la carne y sangre de ese Jesús encarnado “.
Y, San Ireneo, hacia el año 180, escribió:
“[Cristo] ha declarado que la copa, una parte de la creación, es su propia Sangre, de la cual hace que fluya nuestra sangre; y el pan, una parte de la creación, lo ha establecido como su propio Cuerpo, desde el cual da un aumento a nuestros cuerpos”.
Tanto desde las épocas bíblicas como los años de los Padres de lglesia, los cristianos teníamos plena conciencia que al momento de repartir el pan y el vino, se estaba repartiendo el cuerpo y sangre de Cristo para obtener la vida eterna.