7 salmos penitenciales que te ayudarán a seguir viviendo esta Cuaresma
Los salmos penitenciales son un grupo de 7 salmos que recibieron esta denominación en el siglo VII y se caracterizan por haber sido escrito por el Rey David quien expresaba arrepentimiento por sus pecados.
Rezar estos 7 salmos, como jaculatorias o al momento de rezar por las mañanas, podrían ayudarte a mantenerte firme en la lucha por tu conversión.
Los salmos penitenciales:
Salmo 6
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava. Salmo de David.
2 Señor, no me reprendas por tu enojo ni me castigues por tu indignación.
3 Ten piedad de mí, porque me faltan las fuerzas; sáname, porque mis huesos se estremecen.
4 Mi alma está atormentada, y tú, Señor, ¿hasta cuándo...?
5 Vuélvete, Señor, rescata mi vida, sálvame por tu misericordia,
6 porque en la Muerte nadie se acuerda de ti, ¿y quién podrá alabarte en el Abismo?
7 Estoy agotado de tanto gemir: cada noche empapo mi lecho con llanto, inundo de lágrimas mi cama.
8 Mis ojos están extenuados por el pesar y envejecidos a causa de la opresión.
9 Apártense de mí todos los malvados, porque el Señor ha oído mis sollozos.
10 El Señor ha escuchado mi súplica, el Señor ha aceptado mi plegaria.
11 ¡Que caiga sobre mis enemigos la confusión y el terror, y en un instante retrocedan avergonzados!
Salmo 32
1 De David. Poema. ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!
2 ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!
3 Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
4 porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los ardores del verano.
5 Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: «Confesaré mis faltas al Señor». ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
6 Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos.
7 Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación.
8 Yo te instruiré, te enseñaré el camino que debes seguir; con los ojos puestos en ti, seré tu consejero.
9 No sean irracionales como el caballo y la mula, cuyo brío hay que contener con el bozal y el freno para poder acercarse.
10 ¡Cuántos son los tormentos del malvado! Pero el Señor cubrirá con su amor al que confía en él.
11 ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón!
Salmo 38
1 Salmo de David. En memoria.
2 Señor, no me reprendas por tu enojo ni me castigues por tu indignación.
3 Porque me han traspasado tus flechas y tu brazo se descargó sobre mí:
4 no hay parte sana en mi carne, a causa de tu furor. No hay nada intacto en mis huesos, a causa de mis pecados;
5 me siento ahogado por mis culpas: son como un peso que supera mis fuerzas.
6 Mis heridas hieden y supuran, a causa de mi insensatez;
7 estoy agobiado, decaído hasta el extremo, y ando triste todo el día.
8 Siento un ardor en mis entrañas, y no hay parte sana en mi carne;
9 estoy agotado, deshecho totalmente, y rujo con más fuerza que un león.
10 Tú, Señor, conoces todos mis deseos, y no se te ocultan mis gemidos:
11 mi corazón palpita, se me acaban las fuerzas y me falta hasta la luz de mis ojos.
12 Mis amigos y vecinos se apartan de mis llagas, mis parientes se mantienen a distancia;
13 los que atentan contra mí me tienden lazos, y los que buscan mi ruina me amenazan de muerte; todo el día proyectan engaños.
14 Pero yo, como un sordo, no escucho; como un mudo, no abro la boca:
15 me parezco a uno que no oye y no tiene nada que replicar.
16 Yo espero en ti, Señor: tú me responderás, Señor, Dios mío.
17 Sólo te pido que no se rían de mí, ni se aprovechen cuando tropiecen mis pies.
18 Porque estoy a punto de caer y el dolor no se aparta de mí:
19 sí, yo confieso mi culpa y estoy lleno de pesar por mi pecado.
20 Mi enemigos mortales son fuertes; y son muchos los que me odian sin motivo,
21 los que me retribuyen con maldades y me atacan porque busco el bien.
22 Pero tú, Señor, no me abandones, Dios mío, no te quedes lejos de mí;
23 ¡apresúrate a venir en mi ayuda, mi Señor, mi salvador!
Los salmos penitenciales son una forma de elevar nuestro clamor al Señor. Aquí dejamos los 2 siguientes:
Salmo 51
1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé.
3 ¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!
4 ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
5 Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí.
6 Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable;
7 yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre.
8 Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior.
9 Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
10 Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados.
11 Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas.
12 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.
13 No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.
14 Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga:
15 yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti.
16 ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia!
17 Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.
18 Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
19 mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
20 Trata bien a Sión por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén,
21 Entonces aceptarás los sacrificios rituales –las oblaciones y los holocaustos– y se ofrecerán novillos en tu altar.
Salmo 102
1 Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor.
2 Señor, escucha mi oración y llegue a ti mi clamor;
3 no me ocultes tu rostro en el momento del peligro; inclina hacia mí tu oído, respóndeme pronto, cuando te invoco.
4 Porque mis días se disipan como el humo, y mis huesos arden como brasas;
5 mi corazón se seca, marchitado como la hierba, ¡y hasta me olvido de comer mi pan!
6 Los huesos se me pegan a la piel, por la violencia de mis gemidos.
7 Me parezco a una lechuza del desierto, soy como el búho entre las ruinas;
8 estoy desvelado, y me lamento como un pájaro solitario en el tejado;
9 mis enemigos me insultan sin cesar, y enfurecidos, me cubren de imprecaciones.
10 Yo como ceniza en vez de pan y mezclo mi bebida con lágrimas,
11 a causa de tu indignación y tu furor, porque me alzaste en alto y me arrojaste.
12 Mis días son como sombras que se agrandan, y me voy secando como la hierba.
13 Pero tú, Señor, reinas para siempre, y tu Nombre permanece eternamente.
14 Tú te levantarás, te compadecerás de Sión, porque ya es hora de tenerle piedad, ya ha llegado el momento señalado:
15 tus servidores sienten amor por esas piedras y se compadecen de esas ruinas.
16 Las naciones temerán tu Nombre, Señor, y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
17 cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso en medio de ella;
18 cuando acepte la oración del desvalido y no desprecie su plegaria.
19 Quede esto escrito para el tiempo futuro y un pueblo renovado alabe al Señor:
20 porque él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo,
21 para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a muerte.
22 para proclamar en Sión el nombre del Señor y su alabanza en Jerusalén,
23 cuando se reúnan los pueblos y los reinos, y sirvan todos juntos al Señor.
24 Mis fuerzas se debilitaron por el camino y se abreviaron mis días;
25 pero yo digo: «Dios mío,no me lleves en la mitad de mi vida, tú que permaneces para siempre».
26 En tiempos remotos, fundaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos;
27 ellos se acaban, y tú permaneces: se desgastan lo mismo que la ropa, los cambias como a un vestido, y ellos pasan.
28 Tú, en cambio, eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin.
29 Los hijos de tus servidores tendrán una morada y su descendencia estará segura ante ti.
Cada uno de estos salmos penitenciales nos predispone en un espíritu de arrepentimiento y sacrificio para caminar en Cuaresma. Estos son los últimos 2:
Salmo 130
1 Canto de peregrinación. Desde lo más profundo te invoco, Señor,
2 ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria.
3 Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?
4 Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido.
5 Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra.
6 Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora. Como el centinela espera la aurora,
7 espere Israel al Señor, porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia:
8 él redimirá a Israel de todos sus pecados.
Salmo 143
1 Salmo de David. Señor, escucha mi oración, atiende a mi plegaria; respóndeme, por tu fidelidad y tu justicia.
2 No llames a juicio a tu servidor, porque ningún ser viviente es justo en tu presencia.
3 El enemigo me persiguió a muerte, aplastó mi vida contra el suelo; me introdujo en las tinieblas, como a los muertos de hace muchos años.
4 El aliento se extingue en mi interior, mi corazón desfallece en mi pecho.
5 Me acuerdo de los tiempos pasados, medito todas tus acciones; considero la obra de tus manos
6 y extiendo mis brazos hacia ti: suspiro por ti como tierra reseca.
7 Respóndeme en seguida, Señor, porque estoy sin aliento. No me ocultes tu rostro, para que yo no sea como los que bajan a la fosa.
8 Que yo experimente tu amor por la mañana, porque confío en ti; indícame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma.
9 Líbrame, Señor, de mis enemigos, porque me refugio en ti;
10 enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu espíritu bondadoso me conduzca por una tierra llana.
11 Por amor de tu Nombre, Señor, consérvame la vida. Por tu justicia, sácame del peligro;
12 por tu fidelidad, destruye a mi enemigo; aniquila a mis opresores, porque yo soy tu servidor.
¡Qué belleza la de estos salmos penitenciales! Esperamos que te sirvan esta Cuaresma en tu camino de conversión.