Este es el increíble relato de un sacerdote que estuvo en un pelotón de fusilamiento, tuvo una experiencia extracorpórea y fue devuelto a la vida por intercesión del Padre Pío.

El padre Jean Derobert, escribió una carta con motivo de la canonización del Padre Pío donde contó esa extraordinaria experiencia.

El sacerdote que fue fusilado, visitó el cielo y volvió a la vida por el Padre Pío

“En ese momento – explica el sacerdote – yo trabajaba en el Servicio de Salud del Ejército. El Padre Pío, que en 1955 me había aceptado como hijo espiritual, en los momentos decisivos importantes de mi vida siempre me enviaba una nota en la que me aseguraba sus oraciones y su apoyo. Lo hizo así antes de mi examen en la Universidad Gregoriana de Roma, así pasó cuando me uní al ejército, así pasó también cuando tuve que unirme a los combatientes en Argelia.

Una noche, un comando del FLN (Front de Libération Nationale Algérienne) atacó nuestro pueblo. Yo también fui atrapado. Colocados frente a una puerta junto con otros cinco soldados, nos dispararon (…). Esa mañana había recibido una nota del Padre Pío con dos líneas escritas a mano: ‘La vida es una lucha pero conduce a la luz’ (subrayado dos o tres veces)”, comienza en la carta el padre Jean.

Y luego tuvo una experiencia extracorpórea. “Vi mi cuerpo a mi lado, acostado y sangrando, en medio de mis compañeros que también fueron asesinados . Comencé un curioso ascenso hacia una especie de túnel. Desde la nube que me rodeaba distinguí rostros conocidos y desconocidos. Al principio estos rostros eran sombríos: eran personas de mala reputación, pecadores, poco virtuosos. A medida que subía, los rostros que encontraba se volvían más brillantes

De repente, mis pensamientos se volvieron hacia mis padres. Me encontré junto a ellos en mi casa, en Annecy, en su habitación, y vi que estaban durmiendo. Traté de hablar con ellos pero sin éxito. Vi el apartamento y noté que se había movido un mueble. Muchos días después, escribiéndole a mi mamá, le pregunté por qué había movido ese mueble. Ella respondió: ‘¿Cómo lo sabes?’.

Entonces pensé en el Papa, Pío XII, a quien conocía bien porque era estudiante en Roma, e inmediatamente me encontré en su habitación. Acababa de meterse en la cama. Nos comunicamos intercambiando pensamientos: era un gran espiritual”.

La visita al cielo

Luego volvió a aquel túnel. “Conocí a alguien que había conocido en vida (…) Dejé este ‘Paraíso’ lleno de flores extraordinarias y desconocidas en la tierra, y ascendí aún más alto… Allí perdí mi naturaleza de hombre y me convertí en un ‘chispa de luz ‘. He visto muchas otras ‘chispas de luz’ y supe que eran San Pedro, San Pablo o San Juan, u otro apóstol, o un santo así.

Entonces vi a Santa María, hermosa más allá de lo creíble en su manto de luz. Me saludó con una sonrisa indescriptible. Detrás de ella estaba Jesús maravillosamente hermoso, y aún más atrás había una zona de luz que sabía que era el Padre, y en la que me sumergí”.

La vuelta a la vida y el encuentro con el Padre Pío

De pronto regresó. “Y bruscamente me encontré en la tierra, con el rostro en el polvo, entre los cuerpos cubiertos de sangre de mis camaradas.

Advertí que la puerta ante la que me encontraba estaba acribillada de balas, las balas que me habían atravesado el cuerpo, que mis ropas estaban agujereadas y cubiertas de sangre, que mi pecho y mi espalda estaban manchados de sangre prácticamente seca y ligeramente viscosa. Pero que estaba intacto. Fui a ver al comandante con aquella pinta. Él se acercó a mí y gritó: ‘¡Milagro!’.

Sin duda, esta experiencia me marcó mucho. Más tarde, cuando, liberado del ejército, fui a visitar al padre Pío, este me divisó desde lejos en la sala de San Francisco. Me hizo un gesto para que acercara y me ofreció, como siempre, una pequeña muestra de cariño.

A continuación me dijo estas sencillas palabras: “¡Ay! ¡Cuánto me has hecho pasar! ¡Pero lo que viste fue muy bello!”. Y ahí se acabó su explicación.

Aquí puedes ver un video en idioma italiano con su testimonio

¿Qué piensas de la historia de este sacerdote?

Este artículo fue publicado originalmente en Io amo Gesu. 

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