Al momento de ser ordenados, dentro de otros ritos, las manos de los sacerdotes son ungidos con el santo crisma, aceite de óleo, indicando que estas son santas, pues con ellas consagran el pan y el vino, se imparten los distinto sacramentos y bendicen. 

Costumbre del telar

Existe una antigua costumbre que indica asegurar el cielo para las madres de los sacerdotes.

El sacerdote, después de recibir el crisma en las manos, se le pasa un telar para que se las limpie, pues ya se encuentran consagradas. Al finalizar la Misa, el sacerdote debe darle esta prenda a su madre. Ella debe guardarla hasta el día de su muerte, y ser enterrada con esta. 

Según dice esta tradición, cuando ella se encuentre con Cristo, este le dirá: “Te di la vida ¿Qué me has dado a Mi?”, a lo que ella responderá, “Te di a mi hijo como sacerdote”. Ante esto, Jesús le permite el ingreso al paraíso. 

Hay que aclarar que esto es solo una costumbre y no un dogma. Sabemos que no existe un especie de pago para entrar al cielo, ya que todo queda a manos de la misericordia de Dios.

Sin embargo, esta costumbre se dio como un bello gesto de unión de un sacerdote con su madre, así como Jesús la tuvo con la Virgen María. Como un gesto de agradecimiento hacia ella por todos sus sacrificios que lo llevaron a ser un sacerdote.   

Testimonio de la familia Waltz

El “Catholic Register” entrevistó a los señores Herb y Teresa Waltz, pertenecientes a la diócesis de Bismarck, Dakota del Norte, Estados Unidos, quienes tenían la bendición de tener dos hijos sacerdotes. 

Siguiendo la costumbre mencionada, Teresa guarda en un cuadro, colgado en una de las paredes de su casa, las dos prendas con las que sus hijos se secaron el crisma. 

Una prenda se la dio el Padre Joshua Waltz, quien compró un corporal en Lourdes cuando peregrinó ahí en el 2007. Con este se secó las manos al ordenarse y se lo entregó a su madre. Él quería que la Virgen María guíe a Teresa en su misión de ser madre de un sacerdote.

Otra se la dio su hijo el Padre Justin Waltz quien, yendo más allá, mandó a cortar parte del vestido de novia de Teresa, quien la recibió de su madre, la abuela del sacerdote. Todo esto con el debido permiso, por su puesto. 

Con este gesto, el Padre Justin dio a saber que estaba agradecido con su familia, sobre todo con las madres de la misma, quienes rezaban el Rosario constantemente por las vocaciones de la Iglesia. Cuando su abuela murió, su madre la enterró con parte de estos telares. 

 ¡Que bella costumbre!, ¿cierto?

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