Las Sagradas Escrituras, y según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos muestran 4 momentos cruciales de la niñez de Jesús: su circuncisión al octavo día de nacimiento (Lc 2,21 ; CIC 527), su Epifanía como el Mesías de Israel (Mt 2,1; CIC 528); su presentación en el Templo como primogénito (Lc 2, 22-39; CIC 529) y cuando huyó con su familia a Egipto (Mt 2,13-18; CIC 530).

Desde entonces hasta el inicio de su vida pública con su bautismo en el río Jordán (Lc 3,23; CIC 535), solo se conoce de la infancia de Jesús la vez que se quedó en Jerusalén y fue hallado por María y José en el templo hablando con los sabios (Lc 2, 41-52; CIC 534).

¿Qué señala la Iglesia sobre este periodo desconocido de la vida de Jesús?  

Según el CIC, Cristo en esta época compartió con nosotros la condición de la mayoría de las personas: una vida cotidiana. Trabajando manualmente con su padre José, teniendo una vida religiosa y sometido a la potestad de sus padres (CIC 531).

Lo que las Sagradas Escrituras nos cuentan de este lapso de tiempo es que Jesús “progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres (Lc 2, 51-52; CIC 531).

Según la Iglesia, su obediencia a San José y a Santa María anunciaba y anticipaba la sumisión del Jueves Santo: “No se haga mi voluntad” (Lc 22,42; CIC 532). Además, con su obediencia cotidiana Cristo inauguraba la obra de restauración de lo que había destruido la desobediencia de Adán (CIC 532).

Por ello es válido decir que la vida oculta de Jesús nos ayuda a entrar en comunión con Él mediante los caminos ordinarios de la vida diaria (CIC 533). Y en esta cotidianidad, Cristo deja ver su consagración y dedicación a la misión que Dios le mandó (CIC 534, Lc 2, 41-52).

Comparte