Carla Florencia Pavito nació en Argentina en el seno de una familia de ascendencia italiana. Decidió estudiar idiomas en el país de sus abuelos a sus 21 años. Ahí conoció a un chico con quien convivió.

Nunca fue bautizada, ya que sus padres decidieron que ella decidiese profesar alguna religión y pertenecer a una iglesia.

A principios del 2000, su familia la visitó desde Argentina y fueron a pasear al campo.

Debido a un incendio forestal cerca de la zona, tuvieron que dormir en San Giovanni Rotondo, la ciudad del gran Padre Pío.

Por curiosidad, y ya que estaba en la zona, decidió visitar el cuerpo incorrupto del santo, momento que le generó más curiosidad sobre la Iglesia.

En la tienda de regalos compró una Biblia de bolsillo que leyó durante el viaje de regreso. Lo comenzó a leer desde el final, como siempre hacía con sus demás lecturas.

Fue en el momento en que se topó con “Hechos de los Apóstoles” cuando su perspectiva hacia el cristianismo cambió radicalmente.

Saulo, un hombre que odiaba y perseguía a los cristianos, se convirtió en San Pablo. Pensó que si un hombre como él podía ser un santo, ¿por qué no ella?

En cuanto llegó a su casa fue a la iglesia más cercana y pidió el bautismo. Fueron dos años de preparación dolorosa, ya que tuvo que terminar con su novio quien no estaba de acuerdo con vivir separados.

Finalmente, en la noche del Sábado Santo del 2009, se bautizó, y eligió como nuevo nombre Clara Gracia.

Pronto comprendió que el bautismo no era el final del camino cristiano, sino tan solo el principio. Tomó a Dios en cuenta en cada decisión y comprendió su vocación: Él la llamaba a ser religiosa.

Se hizo novicia con las Hermanas Pobres de Santa Clara en el 2012, y emitió sus promesas temporales de castidad, obediencia y aislamiento en el 2016.

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