Dada la complejidad de la teología católica sobre a naturaleza de la muerte, el infierno y el demonio, he aquí una lista, basada en las Sagradas Escrituras y en el Magisterio de la Iglesia, con siete respuestas a errores comunes que los católicos deben evitar.

1. El demonio es un mero símbolo

Si eso es verdad, entonces Jesús debe estar equivocado cada vez que habló del demonio en diferentes partes de las escrituras. “El demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar” (1 de Pedro 5, 8). Y, francamente, si es posible para un ser humano a rechazar a Dios, ¿por qué es tan inconcebible que un ángel pueda hacer lo mismo? Ahora bien, si los seres humanos tienen varias oportunidades para aceptar o rechazar a Dios, los ángeles por su lado, solo tienen una oportunidad. Ya que ellos conocen la potestad divina de Dios a primera mano, y rechazarla los condena inmediatamente, sin esperanza alguna.

2. Cuando morimos nos convertimos en ángeles

No, en absoluto. El ser humano es diferente a los ángeles y no puede convertirse en uno de ellos.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma en el párrafo 328 que hay ángeles; y en el párrafo 330 menciona que son criaturas puramente espirituales y superan en perfección a todas las criaturas visibles.

A diferencia de los ángeles, los seres humanos tienen un cuerpo material. El Catecismo señala en el párrafo 366 que el alma espiritual del hombre es creada por Dios y “no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final”.

3. Es fácil determinar quién se va al infierno

La Iglesia nos puede decir quién está en el cielo; sin embargo, no puede afirmar de manera categórica quién está en el infierno. Los que mueren en estado de pecado mortal tienen muy pocas opciones disponibles; sin embargo, esta no es una razón por la que debamos ser despectivos o triunfalistas sobre ellos. Más bien, es importante orar por todos los pecadores, incluso por nuestros peores enemigos. Hay que perdonar y ser perdonados (Mateo 6,14, Lucas 6,37). El juicio sólo le pertenece a Dios y a nadie más. En palabras simples, no podemos ver el interior de la otra alma y su verdadera relación con Dios.

4. Todos van al cielo

El infierno existe y Jesús lo asegura varias veces a lo largo del Evangelio. Además, San Juan también dedica un largo pasaje en Apocalipsis a la existencia el infierno. Si todos fueran al cielo, significaría que Jesús estaba equivocado o era ignorante, lo cual es inaceptable.

5. Quien muere en estado de gracia va directo al cielo

Es posible que algunas personas duden de la existencia del Purgatorio, pero las Escrituras son muy claras al respecto (2Mac 12,39-46; Mt de 5,24-25; Hab 1,13; 1 Cor 3,11-15; Apocalipsis 21,27). Además de la Virgen María ¿hay alguien entre nosotros lo suficientemente puro como para estar delante de Dios? Incluso los santos tienen pecados que necesitan ser expiados y el Purgatorio es ese estado en el somos purificados por la infinita misericordia de Dios, porque Él no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan (2 Pedro 3.9).

6. Las cosas malas solo le suceden a la gente mala

Cristo en persona nos aseguró que eso no tiene sentido (Lucas 13,1-5). A los que llegaron con la noticia de que los galileos que fueron asesinados por Pilato cuando ofrecían sacrificios a Dios, Él les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.

Jesús también nos recuerda que las mejores personas sufren en gran medida, sin embargo, nos da valor para afrontar las tribulaciones (Juan 16:33). Incluso Él sufrió una muerte innoble después de haber sido torturado. Su madre, María, mujer concebida sin pecado, tuvo pruebas a lo largo de su vida que le causaron un gran dolor. Para el resto de nosotros, pecadores, ¿nos ahorraremos el sufrimiento que Pablo nos dice en Colosenses 1,24? “. “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia”.

7. Podemos escoger las reglas que queramos obedecer

Tenemos el derecho de cuestionar todo, pero hay que aceptar la enseñanza de la Iglesia por completo pues es la enseñanza del propio Cristo. Si no es así, nos ponemos por encima de la iglesia y la voluntad de Dios. Jesús estableció una Iglesia, con San Pedro como su Vicario en la tierra y sus sucesores. ¿Quienes somos nosotros para creer que Dios estaba equivocado en sus decisiones? (Job 15,8) ¿Quién puede contar con tan increíble autoridad como para juzgar la ley de Dios?

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