Éstas son las etiquetas que suelen utilizarse actualmente para identificar a algún cristiano por sus opiniones o posturas (como quien escribe), a sacerdotes, a obispos, cardenales y hasta al Papa, y debo reconocer que la estrategia del demonio ha funcionado bastante bien, ha sido todo un éxito de hecho. Ha logrado politizar la religión, mientras utilizamos etiquetas políticas para clasificar nuestra fe. Es decir, ahora hacemos uso de las categorías del mundo para juzgar a la Iglesia en vez de usar las categorías de la Iglesia para juzgar al mundo.

Por si aún hay quienes no tienen idea de lo que hablo les pongo al día:

Conservadores: todos aquellos cristianos que buscan ser fieles a la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, promueven y defienden la doctrina tal cual ha venido enseñándose desde los tiempos apostólicos y ante las posturas progresistas que ejercen presión para que la Iglesia adapte su doctrina a los tiempos, se muestran intransigentes. La desfiguración de esta postura tiene como consecuencia el desprecio de toda la enseñanza postconciliar (después del Concilio Vaticano II), son críticos crueles de todos los Papas posteriores al Concilio y sobretodo del actual, del cual buscan el mínimo gesto para acusarlo de herético o al menos de intenciones de dudosa procedencia.

Liberales: todos aquellos cristianos que promueven cierta laxitud con respecto a la doctrina en ciertos casos, contextos y situaciones. Comulgan profundamente con la teología de la liberación[1], hacen hincapié en la ayuda social y la importancia de la pastoral. Hay cierta relectura respecto a la liturgia, trayendo como consecuencia en algunos casos ciertas desviaciones doctrinales.

Verán, he sido etiquetado de ambas posturas en distintas situaciones, a lo que sólo quisiera dejar una pequeña reflexión al respecto.

Sobre la Iglesia de Jesucristo

No dudo en ningún momento de que sea ésta una de las tantas estrategias del demonio para acabar con la Iglesia, y aunque mi corazón descansa en la promesa de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella (Mt 16, 19), si me parece una situación un tanto escandalosa, el que como cristianos sigamos cediendo ante etiquetas tan mundanas, tan reduccionistas, tan inapropiadas. Basta recordar los días previos a la elección de Francisco en el Cónclave. Cómo los diálogos entre cristianos versaban sobre los “papables”, y sobre éste que era liberal y éste otro que era más conservador, cual partido político, cual burda elección presidencial. Visiones chatas, aspiraciones humanas, corazones cegados, gente que pareciera tener el anhelo de ver a la Iglesia convertida en un mercado, o peor aún, en una democracia. Esto lo dejamos para los gobiernos humanos, se lo dejamos pasar a la prensa secular que poco o nada sabe de la naturaleza y estructura de la Iglesia, pero ¿cristianos bautizados, de misa de domingo, de viacrucis de Semana Santa?

Dentro de la Iglesia las cosas son mucho más sencillas, o se es católico o no se es católico, o se aceptan todos los artículos del Credo y se reconoce como cristiano, o se niega un apartado y se sitúa uno fuera de la Iglesia de Jesucristo. Se debe reconocer que los pobres son una opción preferencial de la Iglesia, pero de esto, a una relectura marxista de las Escrituras, que introduce la división entre ricos y pobres entre los fieles, definitivamente hay una diferencia abismal. Se debe buscar un mayor acercamiento y participación de los fieles en la eucaristía, pero esto no implica inventos e innovaciones de los sacerdotes con respecto a la liturgia que ha sido claramente definida por la Iglesia, siendo que el sacerdote es servidor de dicha liturgia[2], en fin, no podemos abordar aquí la infinitud de desvíos con respecto a una postura y otra, baste el sentido común (aunque sea el menos común de los sentidos en la actualidad) para tener la capacidad de leer las situaciones de la Iglesia bajo la luz del Magisterio y de la fe cristiana. ¡Basta de etiquetas mundanas entre cristianos! Suficiente tenemos con el pésimo testimonio de nuestras infidelidades individuales, como para convertirnos ahora en promotores de visiones mundanas. Basta el sentido común para poder juzgar que si algún teólogo iluminado desprecia el celibato y le incomoda la autoridad de la Iglesia, pues se ha desubicado, y requiere oración. Basta el sentido común para poder juzgar que, si el que se preocupa de que estén las siete velas cuando celebra el obispo, y éstas estén perfectamente alineadas con cada esquina del altar, es incapaz de moverse a caridad con el prójimo, se ha desubicado, y requiere corrección fraterna y oración. Para esto no es necesario el uso de etiquetas mundanas e indignas para referirse a la fe de la Iglesia. Que las dos únicas etiquetas que nos han dejado son las de santo pecador, y nos las cambiamos a cada rato entre que vamos y venimos del confesionario. Procuremos que en el último día de nuestra vida nos presentemos ante el Señor con la primera.

¡Dios los bendiga y un santo 2018!

Fuente: Blog de Steven Neira

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