Es común que las personas que sufren de vicios en general busquen hacer promesas para no volver a tomar durante algún tiempo.

El segundo mandamiento de la ley de Dios regula más particularmente el uso de nuestra palabra en las cosas santas. Este prohíbe abusar del nombre de Dios, es decir, todo uso inconveniente del nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de todos los santos.

Hacer juramento es tomar a Dios por testigo de lo que se afirma. Es invocar la veracidad divina como garantía de la propia veracidad. Compromete el nombre del Señor. No podemos jugar con el nombre de Dios o tomarlo como si fuera algo muy simple.

Querer jurar o hacer una promesa colocando a Dios como testigo cuando no se encuentra la persona totalmente consciente es una burla. Una burla de lo sagrado. Si usted se quiere comprometer delante de Dios para realizar cualquier acción de beneficio debe asegurarse que lo ha pensado, reflexionado y que se encuentra totalmente decidido ante todas las consecuencias posibles en el futuro.

Hacer una promesa delante de Dios nunca se debe tomar como un juego. Hay que ser maduros y conscientes de lo que queremos hacer y confiar en la ayuda de Dios para cumplir lo que prometemos. La mera intención no basta, tenemos que agregarle convicción, decisión, compromiso y mucha fe para poder cumplir lo que decimos.

Otra falta a este mandamiento es cuando se toma el nombre de Dios como aval de todo lo que se dice. Algunos ejemplos son: “Te lo juro por Dios que así fue”, “verdad de Dios”, “por Dios, tienes que creerlo”… No se puede tomar el nombre de Dios como garantía de todo lo que decimos.

Quien hace esto sin control estaría padeciendo de una terrible muletilla o es un mitómano, es decir, una persona sumamente mentirosa que usa el nombre de Dios como garantía. Nunca se debe poner el nombre de Dios por delante para querer ser honesto.

El segundo mandamiento prohíbe también el uso mágico del nombre divino. Ante este caso podemos notar que muchas personas que están adentradas en prácticas esotéricas, es decir en prácticas misteriosas o enigmáticas, mencionan a cada rato el nombre de Dios, de la Virgen o de los santos mientras hacen rituales de magia o hechicería para librar de supuestos males a las personas. No se debe utilizar el nombre de Dios como si fuera amuleto o fetiche. Conozcamos mejor nuestra fe.

Fuente: Modesto Lule Zavala

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