Bueno, eventualmente muchos de ellos murieron, pero les tomó algo de tiempo…

1) San Dionisio de París

Thesupermat / Wikimedia Commons
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San Dionisio nació en Italia en el siglo tercero. Como hombre, fue ordenado obispo y enviado a Francia para predicar a los paganos. Al parecer era tan exitoso en ganar conversos que los líderes paganos lo detuvieron y lo condenaron a ser decapitado en la colina más alta de París.

Sin embargo, después de que su cabeza fue cortada algo milagroso sucedió: no murió. La historia cuenta que él mismo cogió su cabeza ¡y comenzó a predicar! Los paganos quedaron aparentemente sin habla y permitieron que el hombre decapitado continuara caminando y predicando.

Lo hizo por casi 10 kilómetros, pero entonces el milagro se desvaneció y él cayó muerto. Bueno ¿qué tan lejos podría llegar sin cabeza?

2) San Juan Apóstol

Public Domain
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La tradición de la Iglesia primitiva nos cuenta que San Juan fue el último Apóstol en morir, aproximadamente alrededor del año 95. Sorprendentemente, él murió por su avanzada edad. Todos los demás Apóstoles murieron como mártires (con la excepción de Judas, por supuesto). Pero eso no significa que las autoridades romanas no intentaron matarlo.

En un momento dado, San Juan fue detenido y condenado a muerte por las autoridades. ¿El método? Ser sumergido en aceite hirviendo frente a una multitud de espectadores en el Coliseo (Sí, así de cruel era el castigo en esos tiempos). Pero, milagrosamente, cuando San Juan fue lanzado dentro de la olla, él no se quemó. El santo fue capaz de estar sumergido en el aceite hirviendo sin sufrir daño alguno. La historia cuenta que todos en el estadio se convirtieron a la fe cristiana.

Furioso de que no muriera, las autoridades romanas del lugar lo desterraron a la isla de Patmos – donde finalmente pudo escribir el último libro del Nuevo Testamento: el Apocalipsis.

3) San Policarpo

Jan van Haelbeck / Public Domain / Wikimedia Commons
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San Policarpo, obispo de Esmirna, vivió desde el 80 dC a la 167dC y fue discípulo del apóstol San Juan. Fue detenido y llevado a un estadio en Roma para ser quemado hasta la muerte ante una multitud.

Fue atado a una estaca y el fuego se encendió… pero no se quemó. El acta del martirio de San Policarpo explica:

“Terminada la oración fue puesto fuego a la hoguera, levantándose las llamas hasta el cielo. Entonces ocurrió un milagro del que fueron testigos aquellos a quienes la Providencia había escogido para que le divulgaran por todas partes. A los lados de la hoguera apareció un arco con sus extremos dirigíos hacia el cielo, a modo de vela henchida por el viento, la cual rodeaba el cuerpo del mártir, protegiéndole contra las llamas. El sagrado cuerpo tenía el aspecto de un pan recién cocido, o, mejor, de una mezcla de plata y oro fundidos, que con su brillo recreaba la vista. Un olor como de incienso y mirra o de algún exquisito ungüento disipaba el mal olor de la hoguera”.

¡Así que incluso olía muy bien! Sin embargo, los funcionarios que supervisaban su ejecución no se desanimaron y ordenaron que Policarpo fuera apuñalado con una lanza. Así lo hizo un soldado y volvió a ocurrir otro milagro.

“Hízolo él [el soldado] así y brotó sangre, en tanta abundancia, que extinguió el fuego. Vióse también salir una paloma del cuerpo. Quedó el pueblo estupefacto ante el prodigio, confesando la gran diferencia a la hora de la muerte entre los cristianos y los infieles, y reconociendo la superioridad de la religión cristiana, aunque no tuvieron fuerzas para abrazarla.

Así que eventualmente pudieron matarlo, pero Dios decidió hacer las cosas difíciles.

4) El profeta Elías

Public Domain / Wikimedia Commons
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Elías fue uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento. Y como un verdadero profeta de Dios que decía la verdad, era odiado por mucha gente, especialmente los gobernantes.

En un momento dado, desafió a los sacerdotes del dios falso Baal a un duelo: ellos llamarían a Baal para que mande fuego del cielo para quemar un sacrificio, y Elías llamaría al verdadero Dios para hacer lo mismo. Los sacerdotes de Baal llamaron a su dios y nada ocurrió. Elías decidió rociar su sacrificio con agua (sólo para hacer las cosas más difíciles), pidió a Dios para enviar el fuego hasta el sacrificio una sola vez y Dios envió el fuego inmediatamente. Esto hizo que los gobernantes se enfurecieran contra él y quisieran asesinarle.

Sin embargo, nunca fueron capaces de matarlo. Por supuesto, al final de su vida, Elías fue llevado al cielo en un carro de fuego. Por lo que nunca murió. (Aunque no se sabe mucho acerca de él, Enoc es otra persona mencionada en la Biblia como si hubiera sido llevado al cielo directamente por Dios sin morir. Génesis 5,21-24).

5) El profeta Daniel

Public Domain / Wikimedia Commons
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Daniel es otro gran profeta del Antiguo Testamento. Fue llevado cautivo a Babilonia junto a otros Judios, pero se ascendió rápidamente en las filas del gobierno debido a su inteligencia y capacidad de interpretar los sueños.

Había un oficial que sentía antipatía por Daniel y engañó al rey para que emitiera un decreto irrevocable para que cualquier persona que haya orado a un dios durante 30 días seguidos sea echado en el pozo de los leones. Daniel continuó orando todos los días a Dios, así que fue detenido. A pesar de que el rey no era enemigo de Daniel, siguió de mala gana su propio decreto y mandó a encerrarlo toda una noche en una cueva llena de leones.

Cuando el rey se despertó a la mañana siguiente, ¡comprobó que milagrosamente Daniel seguía vivo! Un ángel había cerrado la boca de los leones.

6) Santa Catalina de Siena

Public Domain / Wikimedia Commons
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Santa Catalina de Siena es una de los más grandes santas de la historia de la Iglesia. Además de su santidad, es doctora de la Iglesia, un mística, y también es recordada por (humilde y dapropiadamente) haberle llamado la atención a un Papa.

Ella no fue mártir y nadie trató de matarla. Ella está en esta lista por una razón única: vivir solo de la Eucaristía. Ella comió muy poco (o nada en absoluto) durante los últimos 19 años de su vida. ¡19 años! Y sin embargo, milagrosamente, continuó, al servicio de la Iglesia.

Ella le dijo a su confesor:

“Dios me satisface tan completamente en la Santa Eucaristía que es imposible que yo desee cualquier especie de alimento corporal […] Su sola presencia me sacia, y reconozco que, para ser feliz, incluso es suficiente para mí ver a un sacerdote que acaba de decir misa”.

No obstante, ella murió a los 33 años, Pero ¿19 años de ayuno? Eso sigue siendo bastante bueno.

[Ver: Los Santos también se enfadan… y de qué forma]

[Ver: ¿Qué pensaban los Santos de la Santa Misa?]

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